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Se cuenta que Doña Luisa Fernández Villa de García Rojas, oriunda de Aguascalientes, hija de Don Diego Fernández Villa, conocido comerciante del lugar, se casó con Don Pedro García Rojas en 1822.

 Mural del Palacio de Gobierno del Estado de Aguascalientes
Mural del Palacio de Gobierno del Estado de Aguascalientes. La cabellera cana y la espada corresponden a Miguel Hidalgo. A la derecha se puede apreciar a Santa Anna entregándole la paloma con el mensaje «Libertad para Aguascalientes» a María Luisa Fernández Villa, al tiempo que con un puñal traza en sangre la nueva frontera de México después de la guerra contra Estados Unidos.

Doña Luisa era una mujer atractiva, caritativa, generosa, que, como todos los aguascalentenses, deseaba que su Estado fuera independiente y sacudirse del yugo zacatecano. «Librarse de la tiranía de los tusos», rezaba un incendiario manifiesto de la época; anhelo que no podía cristalizar mediante una revolución, ya que no se podía enfrentar éste contra los poderosos enemigos de Zacatecas.

Doña Luisa Fernández Villa de García Rojas

La ciudad de Aguascalientes fue fundada en 1575, según consta en la cédula de Felipe II, fechada en Madrid el 22 de octubre de ese año, siendo sus fundadores Juan de Montoro, Gerónimo de la Cueva, Alonso Alarcón y otros más, quienes se instalaron en las cercanías de los manantiales de aguas termales de la ciudad.

El crecimiento de la población fue tan rápido, por la bondad de su clima, la exuberancia de su vegetación y la abundancia de las aguas que, treinta y seis años más tarde, el 18 de agosto de 1611, la Real Audiencia de Nueva Galicia la declaró Villa, poniéndole por nombre «Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes». Durante muchos años siguió dependiendo del Gobierno de Nueva Galicia, hoy Jalisco, y todavía cuando el Conde de Gálvez, Virrey de México, dividió la Nueva España en doce Intendencias, siguió perteneciendo a Jalisco.

En 1791, el Gobierno Virreinal, quizá por la gran distancia a que se encontraba Guadalajara, resolvió agregar a la Intendencia de Zacatecas, lo que hoy es Aguascalientes; con ese motivo surgió un obvio y natural disgusto de los vecinos, el cual se hizo manifiesto, por escrito. Hubo súplicas, pasquines y el descontento fue creciendo a medida que el tiempo pasaba, sin que nunca aceptaran semejante cambio; también hubo con frecuencia escándalos y motines, que duraron hasta la compleja independencia del Estado.

Así era México

De manera que, desde que Aguascalientes fue agregado a la dependencia de Zacatecas, el más grande anhelo de sus habitantes, era independizarse. Pasaron algunos años, y Aguascalientes era un suburbio de Zacatecas, la gente sentía gran encono con los zacatecanos, los que menos culpa tenían en el asunto.

El primero de Mayo de 1835, Don Antonio López de Santa Anna, llegó a la ciudad de Aguascalientes, de paso para Zacatecas.

 Santa Anna
Santa Anna

Llevaba un contingente de 3,000 hombres, con los cuales iba a someter al orden al turbulento Estado de Zacatecas, que había tenido «la audacia», de sublevarse contra él. Dice Elías L. Torres, que «la causa en el fondo era que, las ideas liberales y avanzadas de los zacatecanos no se compadecían con las del gobierno central, que habían impuesto a la Republica al «Cojo de Tampico»».

La llegada del General Santa Anna a Aguascalientes, fue un gran alboroto, el pueblo se puso en movimiento, se adornó la Villa y con gran júbilo fue recibido el Presidente.

Pernoctaría una noche, y las principales familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa, fue la elegida. Toda la calle de Morelos (en donde se ubicaba, según el historiador Don Alejandro Topete Del Valle) fue decorada por guirnaldas de flores y papel de china de colores. Dice la leyenda que, el día fue muy ocupado para el General Santa Anna; órdenes para el ejército, recibo de comisiones, conferencias con los principales vecinos y con miembros del clero; y Doña María Luisa, que era una gran ama de casa, virtuosa en la cocina y una exquisita dama de abolengo, la que además de su belleza tenía finos modales, desplegando toda su coquetería, recibió al general Antonio López de Santa Anna, con una reverencia. El invitado ocupaba la cabecera de la mesa; mientras saboreaba un delicioso chocolate y los famosos «ladrillos» (panecillos típicos de Aguascalientes), refería los incidentes de sus gloriosas campañas. Don Pedro, escuchaba atento a su izquierda el emocionante relato. Su esposa a la derecha del altivo invitado, clavaba sobre él sus ojos de obsidiana y comentaba las hazañas que éste refería con frases de elogio oportuno, o desgranaba dulcemente su sonrisa divina, que era un invencible hechizo de su belleza aguascalentense.

Mural del Palacio de Gobierno del Estado de Zacatecas.
Mural del Palacio de Gobierno del Estado de Zacatecas. Santa Anna es el militar rodeado por la geografía de Zacatecas hecha de metal. Con su mano izquierda, representada en la forma de una garra, detiene al Estado de Aguascalientes (en color gris); al centro se observan unos labios femeninos que simbolizan el beso de la leyenda.

Poco a poco fue rodando la conversación, sabiamente llevada por la dama, hasta conectarla en la situación dolorosa por la que atravesaba Aguascalientes. Así escuchaba Santa Anna de sus labios como la ciudad no tenía escuelas, la única que había no contaba con pisos ni bancas para los muchachos, los que recibían escueta educación, sentados en el suelo. Que la fábrica de tabaco, que era el sostén de centenares de obreros, había sido trasladada a Zacatecas sólo para arruinar a la población.

Que se le quitaba al Ayuntamiento de Aguascalientes gran parte de lo que recaudaba; que se habían reducido las atribuciones del Cabildo, hasta convertirlo en un maniquí del Gobierno de Zacatecas. Que eran numerosas las alcabalas que se pagaban, siendo la más bochornosa la que se acababa de crear sobre los difuntos, cuyos deudos tenían que pagar tanto más cuanto por cada muerto, como si los compraran.

el beso
El beso

Que para ejercer venganza, se cateaban con frecuencia las casas de familias honorables, so pretexto de que hacían contrabando de tabaco, enviando a numerosas personas al presidio de Fresnillo. Y por último, que durante las fiestas de San Marcos, el Gobierno de Zacatecas había retirado todas las fuerzas que tenía en la ciudad, exponiéndola a un asalto de los bandidos que merodeaban por las cercanías de Calvillo; o que los jugadores que acudían de todas partes de la República, se resarcieran de las pérdidas sufridas, saqueando a la población; de que se habían librado gracias a que el Ayuntamiento había armado a un centenar de hombres que pagaban los vecinos, y con los cuales se patrullaban las calles de día y de noche.

Cuenta el narrador que, cuando la señora Villa de García Rojas llegaba a esa parte del relato, se abrió la puerta del amplio comedor, y un criado anunció que Don Pedro José López de Nava buscaba al señor García Rojas; era urgente. El aludido pidió permiso para salir a la sala un momento, cerró tras de sí la puerta, y el ruido de sus pasos se fue perdiendo por el rojo enladrillado del corredor. -Aguascalientes puede ser independiente-, continúa Doña María Luisa, reanudando su conversación -basta que usted lo quiera, mi General, que en este pueblo todos lo anhelamos, llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerlo.-

Dejó caer estas últimas palabras con una ternura tan intensa, que él árbitro de la República, conmovido, deslizó su mano sobre el bordado mantel, y oprimiendo la fina siniestra de Doña María Luisa, le dijo emocionado: -¿De veras, hasta el sacrificio?…- La señora de García Rojas se puso de pie violentamente, cerró un poco el entrecejo, como desaprobando el atrevimiento del caudillo. Pero este, sin soltarle la mano y mirándola suplicante… volvió a brillar en sus labios una sonrisa, y sentándose de nuevo, contestó: – Hasta el sacrificio… General.-

EL beso de María Luisa  y   Santa Anna
EL beso de María Luisa y Santa Anna

Santa Anna acercó sus labios sobre los divinamente bellos de la hermosa dama aguascalentense, y dio un beso prolongado y ardiente que vino a interrumpir el ruido de los pasos de don Pedro, que regresaba por el pasillo. La dama salió al encuentro de su esposo, radiante de alegría y colgándosele del cuello, zalamera y coqueta le dijo: – ¡Perico, por fin Aguascalientes es independiente! ¿Verdad General?-. -Verdad es-, asintió Santa Anna inclinando la cabeza y besando la mano de la señora García Rojas.

Escudo Aguascalientes
Escudo Aguascalientes

Según se cuenta en la leyenda, el Dictador cumplió su palabra; al día siguiente, dos de mayo de 1835, fue depuesto el Jefe Político zacatecano, José María Sandoval, y nombrado por el Cabildo para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Días después, triunfante, pues había derrotado en Guadalupe, Zacatecas, a las fuerzas de Don Francisco García, que eran las de aquel Estado, expidió un decreto, fechado en México el 23 de Mayo de 1835, confirmando la independencia de Aguascalientes, haciéndolo Territorio el 30 de Noviembre de 1836, declarado Departamento, con la dimensión que ahora tiene el Estado, nombrándose, como era natural, primer Gobernador a Don Pedro García Rojas.

Esta historia nació gracias al ingenio del Ingeniero Elías L. Torres, quien recuperó en un escrito lo que decía el pueblo sobre la Soberanía de Estado, lo cual levantó gran polémica en el pueblo, sobre todo, en las recatadas y buenas mujeres de Aguascalientes.

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By admin

Diseñados Gráfico, Maestro en administración pública. Asesor en comunicación estratégica. Aficionado a la historia y a la astrofísica.

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